La semana pasada hablé con un amigo de un tema muy curioso, complejo y también triste.
Te cuento.
Hablando de la familia me dijo que estaba un poco asustado porque su nieto, de 17 años, ha tenido que decidir su futuro.
Ha tenido que decidir qué va a estudiar y a qué se va a dedicar cuando entre en el mundo laboral.
Con 17 años, siendo un niño, debe decidir el destino de su vida.
Sé que esto no es algo nuevo, pero el problema que me planteaba es que con 17 años muchísimos chavales no son capaces de saber qué quieren ser de mayores y en casi todas las ocasiones se equivocan de elección.
Hablamos de que a esa edad lo que quieren es estar con amigos, echarse una novia, salir de fiesta, disfrutar de la vida… no tener que decidir algo tan importante.
Mi planteamiento fue que no necesariamente debería tomar él esa decisión, que debería ser una decisión planificada durante años y recibiendo la ayuda de sus padres.
¿Pero cuántos jóvenes están encadenados de por vida a una mala decisión?, me preguntó.
Yo le dije, “sí, pero cuantísima gente ha estudiado algo que después no está trabajando en ello”.
Esos estudios no limitan su futuro, al contrario, le aportarán conocimientos y quizá le pueda ayudar a encontrar su verdadera pasión. Estudiar algo equivocado no es perder el tiempo.
“No debes tener miedo a que tu nieto se confunda. Además, sin cargas personales podrá cambiar de trabajo cuantas veces quiera”, le dije.
Quién pillara esos 17 años y poder equivocarnos 1000 veces, ¿verdad?.
Donde no nos equivocamos, o al menos lo intentamos, es en UCEPSA.
Para lo que necesites: 91.871.03.46.
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