El otro día nos envió un email un cliente de hace muchos, muchos años.
Decía así:
“No sé si leerás esto pero por si acaso te lo escribo.
Siempre os he tenido a toda la gente de UCEPSA muchísimo respeto, cariño y gratitud por haber creído en un pipiolo como yo que se presentó en tu fábrica sin tener ni puñetera idea de nada y que gracias a empresas familiares como la tuya saqué adelante una empresa que todavía es recordada en el sector y que nunca lloraré bastante por haberla vendido.
Desde mi nueva empresa sigo contando con vuestro apoyo y colaboración.
Un abrazo fuerte”
…
Me emocioné…
…
No hay palabras para un email así…
…
Siempre que viene alguien a UCEPSA es recibido con agrado, con buenas maneras y con atención.
Siempre tratamos de ayudar y dar lo mejor de nosotros.
Siempre ha sido una de nuestras máximas.
Siempre.
Pero esta forma de atender a nuestros clientes nos ha traído problemas, “clientes” aprovechados de nuestra buena fe y buen hacer.
Personas que llegan a empresas serias, piden consejo, dan su confianza, se les realiza el pedido, se le entrega en tiempo y luego… luego se les envía la factura y jamás llega el pago.
Esto ha provocado que a lo largo de los años nos cubramos con un caparazón y no sea fácil ser cliente de UCEPSA.
Es duro decirlo, pero es así.
Cualquiera no puede ser nuestro cliente.
Pagan justos por pecadores.
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